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Pablo Knopoff en La Voz – 17/11/2017

El fin del macrismo

Macri negocia las reformas con el estilo de planteos de máxima para después acordar objetivos más módicos. La consolidación del sello Cambiemos pone una nueva impronta política, con impacto en la provincia de Córdoba.

Ya es un estilo político. Hacer un anuncio con alto impacto, recibir cuestionamientos, sentarse a negociar, anunciar modificaciones parciales o totales, presentarlas como una concesión y terminar aprobando algo que implica avanzar en la dirección propuesta, aunque bastante menos que la idea original.

Los paquetes de reformas (laboral, fiscal, impositiva, política, judicial) anunciados luego de las elecciones están signados por esa lógica, que se acentúa porque, si bien el respaldo en las urnas fue importante, sigue siendo un gobierno que necesita de acuerdos parlamentarios y políticos por la manera en que se pronunció la adhesión ciudadana.

Un relevamiento de la consultora Isonomía, que hace trabajos para el Gobierno nacional, revela que el capital de Mauricio Macri sigue estando más atado a la expectativa a futuro que en la evaluación del presente.

La mayoría de los argentinos cree que Macri no cumplió, pero que hay que darle tiempo para que pueda hacerlo.

Esa porción, que está cerca de ser la mitad de la población (el resto se divide entre los que dicen que está cumpliendo y los que sostienen que no y que nunca lo hará), es lo que explica el famoso gradualismo, criticado a ambas puntas de los posicionamientos ideológicos y económicos más radicalizados.

Macri parece estar conforme con esta idea de anunciar que avanzará cinco pasos, ceder tres y terminar dando dos. Pero como su capital está puesto a futuro, el riesgo es grande porque el paso del tiempo juega en su contra, ya que el porvenir está todos los días un poco más cerca.

Lo que juega a su favor es haber logrado ocupar la centralidad del escenario político y que su coalición se haya consolidado, no sólo en términos electorales, sino de referencia social.

Cambiemos ha pasado a ser una marca más o menos fuerte en una sociedad cada vez menos apegada a identificaciones partidarias.

Pablo Knopoff, director de Isonomía, lo define como “el fin del macrismo”.

El concepto es que la fortaleza de Macri estaba asociada a la adhesión a su figura y ante la consolidación territorial que ha tenido la coalición gobernante, el sello de Cambiemos ha comenzado a tener más protagonismo que el de su conductor.

Esto se fortalece con la dispersión opositora, en especial la convulsionada situación que atraviesa el peronismo. Cristina Fernández probó liderazgo y caudal de votos propios, pero con un piso y techo que están casi en el mismo nivel. Eso hace que el resto del peronismo no sólo no la reconozca, sino que la rechace, mientras que un amplio abanico no K sigue sin encontrar a ninguno que lo encabece.

Territorio sagrado

Este escenario tiene dos secuelas para Córdoba. El gobernador Juan Schiaretti y su socio José Manuel de la Sota no son visualizados como referencia nacional del justicialismo. En el ranking que mide la imagen de dirigentes del país, hay que mover varias veces para abajo la pantalla hasta que aparezcan los caciques del justicialismo cordobés.

Y por más que uno ande queriendo comandar la liga de gobernadores y el otro buscando que la moda y la costura le den la instalación nacional que le negó la política, el futuro de ambos parece estar más ligado a sostener Córdoba para su coalición que a otra cosa.

Si Cambiemos es un sello que se consolida a nivel nacional, en Córdoba –una especie de territorio sagrado del macrismo– eso se profundiza.

Esto le abre enormes expectativas a futuro, si es que se mantiene un escenario nacional más o menos como el actual. Pero, claro está, surge esa salvedad varias veces repetida respecto a si Macri prefiere a uno de los de su sello al frente de la Provincia o a uno de otra agrupación, pero con el que se lleva de maravillas.

“Ninguno de los tres, cuatro o cinco anotados de Cambiemos le da garantías a Macri como se las da Schiaretti”, suele repetirse en los mentideros de la política provincial.

Pero esa afirmación carece de garantías, precisamente.

El viento sopla para el lado de Cambiemos, al menos por el momento. Y si se necesita una veleta para corroborarlo, hay que posar la mirada en la Legislatura, donde no es descabellado que una banca del bloque kirchnerista pase a formar parte de la coalición macrista.

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