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Isonomía Consultores en La Nación – 02/08/2015

Educación, gran ausente de las campañas presidenciales

Uno de los pilares de la sociedad del conocimiento no figura como prioridaden la agenda pública de los candidatos a la Presidencia

La mayoría de los argentinos sabemos que en la sociedad del conocimiento en la que está inmerso el mundo entero la educación es la prioridad número uno. Ya no son sólo los chicos y los adolescentes, sino también los adultos los que no pueden carecer de una educación lo más completa posible que, por otro lado, nunca terminará de seguir ampliándose.

Por ello, es fundamental conocer los planes educativos y las soluciones que sobre este tema puedan proponer hoy los candidatos a la Presidencia en el proceso electoral. Lamentablemente, hasta el momento, ello no ha sucedido.

La principal razón para semejante silencio está relacionada con la evaluación que hacen los propios candidatos, basados fundamentalmente en lo que arrojan los sondeos: la educación no aparece en las encuestas de opinión como una de las prioridades de la mayoría de los argentinos.

Un trabajo publicado en ese sentido por LA NACION confirma esa hipótesis, pues cuando se preguntó a los encuestados sobre el principal problema del país, la educación apareció en el sexto lugar, después de la inseguridad, la corrupción, la desocupación, la inflación y los temas económicos. Sin embargo, la misma encuesta, realizada por la Fundación Cimientos y la Consultora Isonomía, también arroja que el 86% admite que la agenda de los candidatos presidenciales no incluye el tema educativo y, de ese porcentaje, el 55% piensa que los políticos hablan “poco” sobre el tema y el 31%, “nada”.

¿Hay una contradicción en la sociedad sobre este asunto? ¿O es la consecuencia -lamentable por cierto- del desinterés de los candidatos por abocarse a un tema delicado, pero sumamente necesario, que no atrae votos en lo inmediato?

Instalar el debate educativo en las agendas electorales y de gobierno es una responsabilidad que compete, en primer lugar, a la dirigencia en general, no sólo a la política. “En los países que han hecho grandes mejoras educativas, el propio presidente tomó el tema como prioritario, pero también los gremios y los empresarios. A todo padre le interesa la educación de su hijo, pero es muy difícil que se organice una demanda social colectiva por la calidad educativa”, dijo hace poco a este diario y con acertado criterio la codirectora del Programa de Educación del Cippec, Cecilia Veleda.

Según manifiestan numerosos especialistas en educación, los distintos espacios políticos suelen coincidir en el diagnóstico: se necesita más calidad educativa, mayor capacitación docente y revertir la fuerte deserción escolar, entre otros puntos. Pero no avanzan mucho más allá de eso. Es más, algunos hasta se podría decir que retroceden cuando se conforman con un aumento de la inversión en el sector, pero no se preocupan porque esa mayor partida presupuestaria se traduzca en mejoras concretas y duraderas.

Un triste ejemplo de lo dicho lo representan las recientes declaraciones del ministro de Educación de la Nación, Alberto Sileoni, para quien la educación “no resulta un tema acuciante porque, para la sociedad, está aceptablemente resuelto” y porque, además, “los argentinos tienen otras preocupaciones” y “ven a la educación como un bien altamente garantizado”. Resulta inadmisible que quien tiene en sus manos la responsabilidad de la generación de políticas públicas sobre un tema tan sensible y de fondo no sólo cierre los ojos a lo que sucede, sino que defienda un statu quo a todas luces indefendible. Estamos frente a otra vergonzosa negación por parte del máximo representante del área del gobierno nacional de una parte importantísima de la realidad.

No parecen servir de nada los reiterados resultados negativos que arrojan las pruebas internacionales PISA y Tercer Estudio Regional Comparativo y Explicativo (Terce), para alumnos de nivel medio y primario, respectivamente, en las que la Argentina ocupó los últimos puestos. Ni siquiera el hecho de que los alumnos de nivel universitario del CBC tengan que hacer cursos para comprensión de textos porque no entienden lo que leen.

Sondeos como el realizado por la Fundación Cimientos e Isonomía resultan valiosos, pues, por un lado, revelan el interés subyacente de los argentinos en el tema educativo y, por otro, que la educación sigue siendo la gran ausente en la planificación de políticas públicas en nuestro país, no sólo de quienes gobiernan en las distintas jurisdicciones, sino de quienes pretenden gobernar.

Es de esperar que tanto los candidatos presidenciales como sus asesores revisen los temas de campaña a la luz de estas necesidades. Hace ya demasiado tiempo, la Argentina fue uno de los países donde la educación y la integración que ésta producía no se discutían: tanto la sociedad como sus dirigentes sabían que era una prioridad y actuaban en consecuencia. Esa exigencia se fue debilitando y hoy sólo tenemos, como en tantos otros temas, parches como para que la situación no se torne aún más grave de lo que es.

Es mucho lo que falta y deberá hacerse en poco tiempo si queremos que la Argentina intente recuperar la riqueza perdida de su educación, la que debiera ingresar definitivamente en la agenda pública y convertirse en uno de los ítems más relevantes para la planificación del presente y del futuro de nuestro país.

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